jueves, 28 de abril de 2011

Hay que saber ganar... y perder

El partido de ayer continúa dando sus últimos coletazos. Y es que, lamentablemente el fútbol y el buen juego sucumbieron a los cruces de acusaciones en sala de prensa y a la eterna validez de las actuaciones arbitrales. Ayer se vivió una noche de fracasos adulterada por una decisión que, ante la polémica, se puede poner en cuarentena. Fue un descalabro del fútbol español, del Barça, del Madrid, de Guardiola y, por supuesto, también de Mourinho.

La temeridad mostrada por ambos equipos durante los primeros 45 minutos no merece, siquiera, comentario. Nada que ver con la final de Copa y mucho menos con las expectativas que genera una semifinal de estas características. El Barça y el Madrid demostraron que se tienen miedo, aunque no respeto, y que la opción de Mourinho de contener a los de Guardiola es posible sólo en igualdad de condiciones.

Considerar la expulsión de Pepe como la causante de la derrota es, sencillamente, innecesario. En ningún momento se apreció la intención del Madrid de atacar y de luchar por la victoria, y eso fue exactamente lo que aprovechó el Barça cuando el "asesino" salió del campo. En esta ocasión la sanción sobre Pepe puede tildarse de exagerada, pero no hay que obviar que para muchos el portugués debería estar lejos de los terreno de juego desde hace tiempo. Es más, que los jugadores blancos se quejen de la expulsión es un riesgo, ya que pudieron quedarse con alguno menos tras el manotazo de Adebayor y el pisotón de Marcelo.

Lo demás ya se sabe, aunque sea de lo que menos se habla. El Barça ganó gracias a los goles de Messi que demostró una vez más porque es el mejor jugador del mundo. Y es que es así como un equipo debe reivindicar su superioridad, no soltando auténticas barbaridades por la boca, ni poniendo en entredicho la limpieza de una de las competiciones más prestigiosas que existen ni, por supuesto, insultando a un digno rival que ayer, sin embargo, no consiguió brillar por su juego pero sí por su calidad individual.

Retirando a un lado las lágrimas de la derrota y los lloros de la desesperación toca dar el último empujón en la vuelta de Champions que será, sin duda, más descafeinada de lo que se pensaba y esperaba. La última prueba de fuego para Mourinho que se aleja cada día más de su objetivo y, probablemente, de su continuidad en un equipo que merece que su afición vibre con su juego y no aplauda únicamente su versión más defensiva.

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